Mi madre no tiene muy claro lo que es un blog. Sabe que su hija publica recetas en internet, y aunque a veces le he enseñado alguna entrada estoy segura de que no acaba de hacerse a la idea de lo que esto es.
No obstante yo tengo muy claro que la curiosidad está ahí y que le está cogiendo el gusto a aparecer por aquí de vez en cuando porque fue ella la que hace casi un mes me dijo una noche cuando hablábamos por teléfono que estaba pensando en hacer roscos para Semana Santa y que si quería les podía hacer fotos y publicarlos en mi blog.
Además cuando publiqué el dulce de membrillo estuvo como un par de semanas preguntando si había gustado la receta, si yo podía saber si la había visto mucha gente...¡no veáis si se preocupó por su receta! Y como se ve que la experiencia le dejó un buen sabor de boca hoy le cedo con todo el gusto del mundo mi cocina virtual a ella que ha decidido deleitarnos con sus roscos fritos de Semana Santa que yo he rebautizado porque roscos de Semana Santa hay muchos pero roscos fritos de mamá Carmen sólo hay unos.
Y es que en este rinconcito no podía faltar alguna receta que nos recuerde las fechas en las que estamos que a mí me gustan porque se tira del recetario más arraigado y tradicional; de esos platos que han pasado de generación en generación y que cuando los comes es como si el tiempo se parase y te llevan a recordar años pasados.
En casa de mis padres siempre hemos sido muy relajados con las costumbres gastronómicas propias de Cuaresma con la excepción del viernes santo que mi madre no quiere que se coma carne, pero prepara tantas cosas para comer que no echas de menos un filete a la plancha o unas lonchas de jamón. Además todos los años se preparan los mismos platos, que según mi padre hay que probarlos todos, así que comemos raciones minis de cada uno de ellos, y como mi madre prepara de cada comida una cantidad industrial me llena un montón de tuppers que se adueñan de todas las baldas de mi frigorífico y mi marido y yo estamos comiendo "de restos" casi una semana, lo que por un lado es fantástico porque te ahorras cocinar y por el otro es un fastidio porque quieres variar el menú pero como yo soy incapaz de tirar comida ni preparar otra cosa sabiendo que algo se puede poner malo aguanto el tirón y la cara larga de mi costillo que anda clamando por comer carne.
En casa de mis padres siempre hemos sido muy relajados con las costumbres gastronómicas propias de Cuaresma con la excepción del viernes santo que mi madre no quiere que se coma carne, pero prepara tantas cosas para comer que no echas de menos un filete a la plancha o unas lonchas de jamón. Además todos los años se preparan los mismos platos, que según mi padre hay que probarlos todos, así que comemos raciones minis de cada uno de ellos, y como mi madre prepara de cada comida una cantidad industrial me llena un montón de tuppers que se adueñan de todas las baldas de mi frigorífico y mi marido y yo estamos comiendo "de restos" casi una semana, lo que por un lado es fantástico porque te ahorras cocinar y por el otro es un fastidio porque quieres variar el menú pero como yo soy incapaz de tirar comida ni preparar otra cosa sabiendo que algo se puede poner malo aguanto el tirón y la cara larga de mi costillo que anda clamando por comer carne.
Y así año tras año (y que se repita muchas veces más porque eso quiere decir que seguimos todos juntos)
El postre y la merienda del viernes santo es uno de los momentos más esperados, porque aunque hemos comido un montón de cosas siempre hay hueco para los caprichos dulces ¡y tampoco hay queja por tener que comerlos días después! ¡que sólo nos quejamos de lo que no nos gusta...!
Como podréis suponer estos roscos forman parte de esa sobremesa aunque mi madre siempre los prepara mínimo con una semana de antelación y desde entonces ya los comemos. Gustan tanto que lo normal es que los prepare dos o tres veces al año porque las buenas recetas no deberían de tener fecha marcada en el calendario.
Lo más curioso es que hasta que no me he puesto a escribir esta entrada no he caído en la cuenta de que con mi madre he cocinado, al menos una vez, todos los platos que recuerdo "tradicionales" en casa salvo estos roscos que nunca los ha preparado estando yo por allí para meterme entre sartenes ¡¿sería para no darme la receta?! Pues menuda intención fallida porque no sólo me la ha dado a mí sino que además ha querido compartirla con vosotros.
De estos roscos no voy a decir nada, Creo que las fotos hablan por sí solas y se puede apreciar lo esponjosos que son. Incluso puedo aportar algún testimonio que lo corrobore si mi marido, mi hermano o mi cuñada quieren dejar un mensaje en esta entrada. Y ahora sí que no me enrollo más y paso a la receta, que como veréis va parte expresada en medidas, pero no os resultará complicada de preparar.
Ingredientes:
Para la masa
Para la masa
* Un kilo de harina de repostería
* Un vaso (de los de toda la vida, de unos 250 ml aproximadamente) de aceite de oliva virgen extra
* Un vaso de zumo de naranja
* Un vaso de azúcar blanca
* 6 huevos
* 2 sobres de levadura química
* La ralladura de un limón y de una naranja
* Una cucharadita de canela
* Una copita de anís. Es opcional, porque mi madre a veces le pone y otras no y siempre salen muy buenos. De hecho en los que ha preparado esta vez no ha puesto anís.
Para freir
* Aceite de oliva virgen extra
Para rebozar
* Azúcar blanca
* Un vaso (de los de toda la vida, de unos 250 ml aproximadamente) de aceite de oliva virgen extra
* Un vaso de zumo de naranja
* Un vaso de azúcar blanca
* 6 huevos
* 2 sobres de levadura química
* La ralladura de un limón y de una naranja
* Una cucharadita de canela
* Una copita de anís. Es opcional, porque mi madre a veces le pone y otras no y siempre salen muy buenos. De hecho en los que ha preparado esta vez no ha puesto anís.
Para freir
* Aceite de oliva virgen extra
Para rebozar
* Azúcar blanca
Elaboración:
1. En un bol muy amplio ponemos el aceite, el zumo de naranja (recién exprimido) y el azúcar.
2. Batimos los huevos como si fuésemos a hacer tortilla y también los añadimos al bol
3. Incorporamos las ralladuras de limón y naranja, el anís si lo vamos a poner y la canela y mezclamos bien.
4. A continuación añadimos los dos sobres de levadura y tres cuartas partes de la harina y batimos. Y el resto de la harina la incorporamos poco a poco a la mezcla. La consistencia tiene que ser blandita y un poco pegajosa (a duras penas para hacer bolitas con las manos) para que queden unos roscos blanditos y muy esponjosos. Si añadimos más harina para que la mezcla sea menos pegajosa los podremos manipular mejor peor el interior del rosco quedará más compacto y menos esponjoso y tardarán menos tiempo en ponerse duros. Es posible que al preparar la masa necesitéis algo menos del kilo de harina o añadir un poco más.
5. Dejamos reposar como mínimo una hora (aunque lo ideal son dos) la masa en un lugar cálido de la cocina. Según mi madre esto hace que la masa esponje mejor.
6. Ponemos una sartén amplia y con fondo al fuego y ponemos a calentar una cantidad generosa de aceite de oliva.
7. Cuando el aceite esté medianamente caliente (si quema mucho los roscos se pondrán por fuera de momento y por dentro se quedarán crudos) vamos añadiendo roscos. Los haremos sobre la marcha para ponerlos en el aceite, ya que la masa es muy blandita y no se pueden preparar y dejar sobre una bandeja para irlos pasando por la sartén. Para hacer los roscos hacemos bolitas con la masa y con el dedo les hacemos un agujero en el centro.
Si se pega mucho en las manos os podéis poner un poquito de aceite.
8. Freimos por ambos lados a fuego medio y cuando los roscos estén doraditos sacamos de la sartén y dejamos sobre una bandeja con papel de cocina para que escurra el aceite e inmediatamente pasamos por azúcar. Debe de ser con los roscos calientes, porque si se enfrían el azúcar no se les pegará.
¡Y no hay más que comerlos y disfrutarlos!
1. En un bol muy amplio ponemos el aceite, el zumo de naranja (recién exprimido) y el azúcar.
2. Batimos los huevos como si fuésemos a hacer tortilla y también los añadimos al bol
3. Incorporamos las ralladuras de limón y naranja, el anís si lo vamos a poner y la canela y mezclamos bien.
4. A continuación añadimos los dos sobres de levadura y tres cuartas partes de la harina y batimos. Y el resto de la harina la incorporamos poco a poco a la mezcla. La consistencia tiene que ser blandita y un poco pegajosa (a duras penas para hacer bolitas con las manos) para que queden unos roscos blanditos y muy esponjosos. Si añadimos más harina para que la mezcla sea menos pegajosa los podremos manipular mejor peor el interior del rosco quedará más compacto y menos esponjoso y tardarán menos tiempo en ponerse duros. Es posible que al preparar la masa necesitéis algo menos del kilo de harina o añadir un poco más.
5. Dejamos reposar como mínimo una hora (aunque lo ideal son dos) la masa en un lugar cálido de la cocina. Según mi madre esto hace que la masa esponje mejor.
6. Ponemos una sartén amplia y con fondo al fuego y ponemos a calentar una cantidad generosa de aceite de oliva.
7. Cuando el aceite esté medianamente caliente (si quema mucho los roscos se pondrán por fuera de momento y por dentro se quedarán crudos) vamos añadiendo roscos. Los haremos sobre la marcha para ponerlos en el aceite, ya que la masa es muy blandita y no se pueden preparar y dejar sobre una bandeja para irlos pasando por la sartén. Para hacer los roscos hacemos bolitas con la masa y con el dedo les hacemos un agujero en el centro.
Si se pega mucho en las manos os podéis poner un poquito de aceite.
8. Freimos por ambos lados a fuego medio y cuando los roscos estén doraditos sacamos de la sartén y dejamos sobre una bandeja con papel de cocina para que escurra el aceite e inmediatamente pasamos por azúcar. Debe de ser con los roscos calientes, porque si se enfrían el azúcar no se les pegará.
¡Y no hay más que comerlos y disfrutarlos!
Los roscos los podéis conservar en tuppers muy bien cerrados y aguantan sin ponerse malos bastante tiempo, aunque sí que se van poniendo duros. Si hacéis muchos y no podéis acabar con todos ellos y los queréis blanditos los podéis congelar que se conservan ¡de lujo! Mi cuñada ha hecho la prueba y quedan estupendos una vez descongelados.
Si os animáis a probarlos espero que me contéis qué os parecen.
Ya sólo me queda despedirme de vosotros y desearos que disfrutéis mucho estos días libres. Los más afortunados algo más de una semana, los menos (como yo) cuatro diítas, aunque lo importante es estar todos de vuelta el lunes que viene. Como todos tenemos planes para estos días (playa, turismo, procesiones, visitas a la familia, relax... ¡hay para todos los gustos y bolsillos oiga!) también le doy unas mini vacaciones a mi cocina y volveré con nuevas recetas el próximo lunes. Aprovechad mucho el tiempo libre y nos vemos en unos días
Manos a la masa y ¡bon appètit!
